La rutina de un marchante de arte es nada menos que ¡una maravilla!
Cada día, me encuentro cara a cara con lienzos aparentemente sin sentido, aclamados como “arte genial”, donde artistas de renombre mundial se esconden sin duda tras astutos seudónimos. Mis días están llenos de la tarea de persuadir a clientes acaudalados de que lo que parece ser un graffiti en un retrete es, de hecho, una obra maestra en ciernes. Es todo un placer sentirse como un mercader del aire, traficando con obras maestras que valen millones.
11:00 – Me desperté rodeada de lienzos y esculturas, como siempre, en una cama de dinero. Me sorprendí a mí misma pensando que, incluso en mis sueños, estoy discutiendo las últimas tendencias del mundo del arte con un zumbante despertador en la mano. Después de todo, alguien tiene que decidir urgentemente si este triángulo abstracto de 10.000 dólares es un gran avance en el arte o sólo un tiro en la oscuridad.
12:30 – Desayuné con migajas de pintura surrealista, lo llamé “experimento creativo” y decidí que valía un par de miles más.
14:00 – Me reuní con un cliente que se considera un entendido en arte, pero en realidad sólo conoce una frase: “¡Abstracción!”. Le prometí encontrar ese “momento mágico” para ellos en el lienzo más cercano a la abstracción.
16:00 – Asisto a regañadientes a una reunión con un artista cuyos pinceles sufren una crisis existencial. Intento explicarle cómo las ondas cerebrales afectan al valor de su obra, como si estuviéramos desentrañando los misterios del universo.
18:00 – Es el evento nocturno en la galería donde todo el mundo escruta los cuadros como si contuvieran un tesoro escondido. Sirvo vino y estimulo el apetito de los invitados con trozos abstractos de queso.
20:00 – Doy por concluida la jornada, reflexionando sobre qué puede haber más absurdo que este mundo del arte. Hago recuento de las ganancias del día para determinar cuántas piezas “geniales” se pueden adquirir en una subasta si seguimos por este peculiar camino.
21:00 – Contemplo la posibilidad de convertirme en artista y elaborar una obra maestra a partir de pasta, ya que parece que hay más sentido en este arte que en la abstracción.
22:00 – Finalmente, me fui a dormir, dejándome llevar por el melodioso tintineo de mi teléfono, inundado de ofertas para comprar obras “únicas” con piedras y termómetros corrientes.
23:00 – Hago recuento de los años de mi vida invertidos en interminables debates sobre cómo el arte está siempre en el ojo del que mira, mientras que la cartera del vendedor sigue siendo el verdadero lienzo. Quizá sea el momento de iniciar una colección de “obras maestras” en forma de divertidos imanes de nevera.
P.D. Espero que todo el mundo haya entendido que esto es sarcasmo:)
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